Los que me conocéis sabéis que soy de hablar mucho, de contar mil cosas, anécdotas, historias, pensamientos, reflexiones. Y por eso me encanta tener cosas que contar. Puentes como este hacen que tengas muchas, muchas cosas que contar. Paseos eternos por el centro de Madrid. Vagabundos peleando. Sitios donde huele a meo. Tallarines saltarines con la piel de dos mastines. Chinos regalando flores. Noches de poker, vino y Buzz. Ganar un torneo de poker yendo bastante perjudicado.
Pero, ¿qué es lo mejor de todo esto, de tener anécdotas? Lo primero es gente a la que contárselo, obvio. Lo segundo, esencial, son los amigos con la que compartes esas anécdotas. Gente que no se enfada por salir de Tribunal para ir a Alonso y aparecer en la Gran Vía. Personas que, cuando les guías en una calle, no sabes cual de los dos sentidos tomar... y tomas el contrario. Amigos que te intentan picar (de coña, claro) por esperar 10 minutos a un metro... y 10 minutos a otro.
Puente casi perfecto, y gratis. ¿Qué le ha faltado? No le ha faltado nada, más bien le ha sobrado diez centímetros. Diez centímetros de distancia. Me estoy empezando a cansar de soñar tanto, despertar y ver que no es verdad. Tengo ilusión a ratos. Necesito empezar a ver, a tocar eso que persigo. Al menos, necesito una señal que me tranquilice, una señal que me indique que todo va por el buen camino. “No puede ser... no puede ser otra vez un sueño”.
Vivir a la deriva, sentir que todo marcha bien.
Volar siempre hacia arriba, y pensar que no puedo perder.
(Extremoduro)
Sykler
domingo, 22 de marzo de 2009
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si señor adri!se a loq te refieres! y no trayes ni un peskao q todo llegara!! y sino acemos uso del alcohol q siempe ayuda ;)
ResponderEliminarno es solo eso, señor anónimo que sé quien eres! xD
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